El Legado de San Carlos Borromeo: Inspiración para la Misión Scalabriniana

San Carlos Borromeo y las Hermanas Misioneras de San Carlos Borromeo (Scalabrinianas) comparten un profundo compromiso con la reforma, la caridad y el servicio a los más necesitados. Aunque pertenecen a contextos diferentes, tanto el santo italiano del siglo XVI como la congregación fundada en el siglo XIX por San Juan Bautista Scalabrini tienen la misión de acompañar y apoyar a personas en situación de vulnerabilidad. Recordamos su natalicio el 2 de octubre, y el 4 de noviembre la Iglesia conmemora la obra de San Carlos. 

La Vida y Obra de San Carlos Borromeo

San Carlos Borromeo nació el 2 de octubre de 1538 en Arona, Italia, en el seno de una familia noble. Desde joven, se destacó por su dedicación a los estudios y a la vida religiosa, lo que le permitió obtener un doctorado en derecho por la Universidad de Pavía a los 21 años. A pesar de las oportunidades que le ofrecía su posición familiar, con un tío convertido en Papa (Pío IV), Carlos renunció a las comodidades de la vida noble para dedicarse al servicio de la Iglesia.

San Carlos Borromeo fue un protagonista clave en la tercera y última sesión del Concilio de Trento, un evento crucial en la historia de la Iglesia Católica. Convocado en respuesta a la Reforma Protestante, el Concilio de Trento se desarrolló en varias sesiones desde 1545 hasta 1563, con el objetivo de abordar cuestiones doctrinales y de reforma dentro de la Iglesia.

Durante esta etapa, San Carlos Borromeo trabajó arduamente en la implementación de reformas para la renovación espiritual y disciplinaria de la Iglesia. Más tarde, como obispo de Milán, llevó a cabo una profunda reforma de su diócesis, que durante décadas había carecido de un liderazgo pastoral estable. Fundó escuelas de catecismo, estableció seminarios para la formación de sacerdotes y organizó retiros espirituales para revitalizar la fe entre el clero y los fieles. Su vida se caracterizó por la austeridad y la dedicación a los pobres.

A pesar de su juventud, murió el 4 de noviembre de 1584, a los 46 años, desgastado por su intensa labor pastoral. En sus últimos años, se mantuvo comprometido con la implementación de las reformas del Concilio de Trento. Además, fue él quien dio la primera comunión a un joven San Luis Gonzaga.

San Carlos Borromeo entendía que el servicio a los demás era un camino hacia la santidad. Siguió el lema de “gastar la vida por los otros”, convencido de que los sacerdotes y obispos no debían vivir para sí mismos, sino para el bienestar espiritual y material de los fieles. Su legado perduró como ejemplo de compromiso y entrega, sirviendo de inspiración para generaciones de religiosos y laicos.

Las Scalabrinianas: Continuadoras de la Misión de San Carlos

En México, nuestra misión como Scalabrinianas se ha enfocado especialmente en la atención de las personas migrantes y refugiadas. En 1994, fundamos el Centro Madre Assunta en Tijuana, una casa que atiende a mujeres y niños migrantes, proporcionando un lugar seguro para quienes se encuentran en situaciones de vulnerabilidad extrema en su tránsito hacia Estados Unidos. En 2013,  fundamos Scalabrinianas Misión con Migrantes y Refugiados (SMR) en Ciudad de México, donde consolidamos un enfoque de acompañamiento integral para las personas migrantes víctimas de delitos, personas refugiadas y defensoras de derechos humanos de personas en movilidad.

Para fortalecer esta labor, en 2016 establecimos Casa Mambré en Ciudad de México, una casa especializada en la atención de personas en movilidad víctimas de violencia.

Un legado común: Servir a las personas en contextos vulnerables

Tanto San Carlos Borromeo como nosotras, las Scalabrinianas, compartimos la visión de una Iglesia comprometida con las personas en contextos vulnerables. Mientras que San Carlos trabajó por renovar la fe y la disciplina eclesiástica para enfrentar los desafíos de su tiempo, nosotras seguimos su ejemplo en un contexto contemporáneo, enfrentando los contextos complejos migratorios y la necesidad de justicia y paz para quienes se ven obligados a abandonar sus hogares.

La historia de San Carlos Borromeo y nuestra misión están unidas por la convicción de que la caridad y la solidaridad son esenciales para la construcción de una sociedad más justa. En cada uno de nuestros gestos, desde la reforma de una diócesis en el siglo XVI hasta el acompañamiento a migrantes en el siglo XXI, hay un compromiso con la dignidad humana y la creencia de que la fe debe manifestarse en obras concretas de amor al prójimo.

Así, el legado de San Carlos Borromeo vive en nuestro trabajo diario, construyendo puentes de solidaridad y esperanza, recordando que, al igual que el santo, buscamos gastar nuestras vidas por los demás, especialmente por aquellos que más necesitan encontrar un lugar seguro y acogedor.

 

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