Compromiso y Seguridad: La Historia de Carmen Dentista Voluntaria en el Día Mundial de la Seguridad del Paciente

Reconociendo que la seguridad de los pacientes es una prioridad mundial, el Día Mundial de la Seguridad del Paciente, celebrado el 17 de septiembre, busca generar conciencia y promover la adopción de medidas que garanticen la protección de todas las personas en los entornos de salud. En Casa Mambré, este compromiso con la seguridad se refleja diariamente en la labor de profesionales como Carmen Ortiz Peña, una odontóloga que ha dedicado más de cinco años a brindar servicios voluntarios a personas migrantes, velando por su bienestar y cuidado.

Carmen Ortiz Peña, egresada de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), cuenta con 15 años de experiencia profesional, y desde hace cinco, ha puesto su vocación al servicio de las personas residentes en Casa Mambré. Su historia es un testimonio de fe, dedicación y solidaridad, motivada principalmente por su compromiso  y su deseo de hacer un impacto positivo en la vida de las personas más vulnerables.

“Estoy aquí por fe… lo que me motivó a ofrecer el servicio dental a las personas residentes es mi fe”, comenta Carmen. Desde el inicio, se sintió llamada a servir de manera desinteresada, lo que la llevó a conocer a las Hermanas Auxiliadoras, quienes, a través de Fefa Martínez, colaboran con las Hermanas Scalabrinianas en su misión con migrantes y refugiados. Juntas desempeñan un papel fundamental en Casa Mambré.

Durante su tiempo en Mambré, Carmen ha enfrentado numerosos desafíos, que van desde la barrera del idioma hasta la falta de recursos médicos adecuados. A pesar de no tener formación en idiomas, ha tenido que encontrar formas creativas de comunicarse con pacientes que hablan otras lenguas, como el Creole, mediante señas, dibujos y cualquier recurso a su alcance. Este reto ha puesto a prueba su capacidad para adaptarse y encontrar soluciones efectivas en situaciones complicadas.

“Al principio, cargaba con mi equipo personal, preocupada por el alto costo de los instrumentos que llevaba conmigo, pero nunca me detuve”, recuerda Carmen. Gracias al apoyo de las Hermanas, especialmente de Fefa, quien jugó un papel clave en la obtención de materiales, se logró mejorar las condiciones del consultorio. Sin embargo, Carmen aún continúa prestando algunos de sus materiales para asegurar que sus pacientes reciban la mejor atención posible.

Carmen ha observado la gran necesidad de atención odontológica entre las personas migrantes, quienes a menudo llegan con infecciones avanzadas o problemas dentales severos debido a la falta de acceso a servicios de salud durante su tránsito. Para Carmen, atender estas necesidades no solo es una cuestión de aliviar el dolor inmediato, sino también de garantizar que los migrantes puedan continuar su viaje en mejores condiciones. 

Esto ha incluido desde la provisión de antibióticos para tratar infecciones graves hasta la colocación de prótesis dentales que permiten a los pacientes recuperar su dignidad, confianza y, lo más importante, su capacidad para alimentarse adecuadamente después de largos periodos de malnutrición.

“Me ha tocado ver la increíble fortaleza de las personas que pasan por aquí”, reflexiona Carmen. Estas personas, movidas por un profundo deseo de libertad y un amor inquebrantable por sus familias, enfrentan riesgos inimaginables para escapar de las condiciones de vida indignas en sus países de origen. Esta fortaleza ha sido una fuente de inspiración para ella, recordándole que, a pesar de las adversidades, el espíritu humano es capaz de grandes cosas cuando se persigue la justicia y la dignidad.

A pesar de los muchos logros alcanzados, Carmen no se detiene. Su visión para el futuro de Casa Mambré incluye la creación de una estructura sólida que garantice la continuidad del servicio dental, incluso si ella no está presente. Sueña con que más profesionales de la salud se unan a este esfuerzo, aportando su tiempo y conocimientos para mejorar las condiciones de vida de los migrantes. Para Carmen, su trabajo no es solo un éxito personal, sino una contribución que espera que otros puedan continuar y expandir.

“Espero que lo que he ayudado a construir aquí siga funcionando en el futuro, y que más personas se unan para continuar este trabajo tan necesario”, concluye Carmen. Su historia es un ejemplo inspirador de cómo la fe, la dedicación y el amor por la humanidad pueden transformar vidas. Su trabajo en Casa Mambré ha demostrado que, con voluntad y esfuerzo, es posible brindar atención médica y esperanza a aquellos que más lo necesitan. Carmen espera que su legado de servicio continúe creciendo, asegurando que los migrantes que pasan por Casa Mambré reciban el apoyo y el cuidado que merecen en su búsqueda de una vida mejor.

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